• Concha Velasco: Pasión inagotable

  • Oct 30 2023
  • Duración: 10 m
  • Podcast

Concha Velasco: Pasión inagotable  Por  arte de portada

Concha Velasco: Pasión inagotable

  • Resumen

  • Pasión inagotable Hay personas destinadas a permanecer en el imaginario colectivo de un país. Es el caso de Concha Velasco. Una mujer que siempre ha estado ahí: en la pantalla, en los escenarios, en la tele. Con una sonrisa incombustible y una juventud interior que la ha acompañado siempre. Tenemos a la Concha de Las chicas de la Cruz Roja, junto al gran Tony Leblanc. A la chica ye-yé; un papel asociado a la canción que tarareamos de memoria y que en los 90 volvió a grabar. Hizo de esposa y madre en las comedias de los 60 con Landa y López Vázquez. Trabajó con los Ozores. De hecho, asegura que gracias a ellos vio salir agua de un grifo, “incluso caliente”. Eran los grandes empresarios del show bussines español Concha también ha sido presentadora sobresaliente en programas como Encantada de la vida o Sorpresa, sorpresa. Y ha protagonizado series donde todavía sobrecogen sus actuaciones como aquella Santa Teresa de Jesús. Y el teatro. Cómo no. Siempre el teatro. Su gran pasión, en el que se ha dejado muchas horas, esfuerzo y todo el dinero que ha ganado. También podemos tararear de memoria Mamá, quiero ser artista, aunque no hayamos visto la obra en directo. Concha Velasco ha gozado siempre de una enorme popularidad y éxito. Es una persona locuaz y encantadora, aunque a veces se confiesa un poquito insoportable porque es excesivamente perfeccionista y disciplinada. Ese afán de perfección la lleva a ir siempre maquillada, aunque no salga de casa. A ponerse un pijama bonito para dormir. La actriz es tan cercana y tan natural que se desnuda en las entrevistas “Soy la que mejor hace las escenas de amor porque me las creo ¿Has visto lo bien que me acuesto con todos?” Concha tuvo una madre profesora y republicana y un padre militar y franquista. Así son las cosas. Muy pronto vivió en Madrid y compaginó sus estudios de danza española y clásica con trabajos de bailarina. Pertenece a esa generación de la posguerra donde se comía lo justo y había que trabajar en casa para ayudar a la economía familiar. La generación de nuestros padres. Uno de sus primeros compañeros de profesión fue José Sacristán con el que ha compartido hasta la cama. Eran prácticamente dos niños. Sacristán actuaba a cambio de dos pesetas y una botella de agua. Ambos sueñan con repetir “Yo me bajo en la próxima ¿Y usted?” que también fue llevada al cine. Tuvo relaciones importantes. El productor José Luis Saénz de Heredia fue el primero. Un hombre casado. Juan Diego figura entre sus amoríos y luego llegó el padre de uno de sus hijos, el director de fotografía Fernando Arribas. Hizo algo arriesgado en aquel momento: decidió ser madre soltera. Ella misma asegura que estuvo muy enamorada de Manolo Escobar. Después llegaría Paco Marsó. Su gran y terrible amor. Son lamentables algunos programas donde él destripa sus malos ratos y la pone a caer de un guindo. Algo que ella no hizo jamás. Todo son buenas palabras para su ex, con el que compartió su pasión por el teatro y exitosos proyectos como Carmen, Carmen. Verla en una residencia de ancianos o pachucha como está en un hospital se nos antoja imposible porque Concha Velasco es esa mujer de largas piernas que trabajó como vicetiple con la gran Celia Gámez. Es la que se quedó en pelota picada en París-Tombuctú, con los cincuenta cumplidos, porque quería rodar con Berlanga. Una mujer estupenda a la que nunca se la ha visto flaquear. ”Si tengo un mal día, no salgo”. Concha superlativa, súper ocupada; con tantos trabajos y apariciones públicas en los medios que se pierde la cuenta. Dicen que se rompió de amor con Marsó. Que le fue infiel con el juego y con otras mujeres. Que anduvo deprimida. En 2019 saldó deudas con Hacienda y vendió su casa. En 2020 estrenó La habitación de María. Su último trabajo escrito por su hijo. En septiembre de 2021 hizo su última representación. Velasco ha vivido con pasión y le ha puesto el mismo interés a un anuncio de compresas que a La metamorfosis de Ovidio. Una pasión envidiable que habría que embotellar y patentar.
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