• Pablo Picasso: Minotauro primitivo

  • Feb 12 2024
  • Duración: 10 m
  • Podcast

Pablo Picasso: Minotauro primitivo  Por  arte de portada

Pablo Picasso: Minotauro primitivo

  • Resumen

  • A Picasso le aterraba la muerte, sin embargo, vivió rodeado de ella y dejó un buen sembrado de cadáveres cuando abandonó este mundo. Uno de sus nietos bebió una botella de lejía y falleció. Su hijo Paulo también murió alcoholizado. Marie Thèrése Walter, la que fuera su amante más joven al inicio de su romance, se suicidó y también lo hizo la última mujer que compartió su vida, Jacqueline Roque. A Picasso le marcó hondamente la muerte de su hermana Conchita, siendo ambos niños. Le sumió en la tristeza el fallecimiento de su amigo del alma, Carlos Casagemas, que se quitó la vida, ante el desdén de Germaine. Esta se emparejaría después con Pablo. Sí, el artista tomó el estudio que ya estaba pagado por Carlos y también a la mujer que amaba el finado. La segunda de las mujeres-modelos importantes en su obra, Eva Govel “ma Jolie”, falleció víctima de un cáncer de pulmón a temprana edad. Pablo nació muerto en Málaga. O eso parecía. El humo de un habano puro le provocó la primera respiración. Rompió a llorar. Desde entonces hizo todo el ruido del que fue capaz. Egocéntrico, quintaesencia de lo español, con un amor imperturbable por lo novedoso, por las mujeres jóvenes y sobre todo por el arte. Por su arte. El único compromiso insobornable de Picasso siempre fue consigo mismo. Su apetito era insaciable. Todo era insuficiciente para él. Para el genio. Mostró la fealdad, el dolor y la barbarie como pocos y supo poner valor a su obra. Pongamos por caso, El Guernica. Este fue un encargo del gobierno de la República que, ya casi exangüe, se rascó el bolsillo. Aquella España que agonizaba le pagó 200.000 francos por la obra. Gracias a que alguien guardó el recibo se pudo traer la inmensa pintura del MOMA de Nueva York. Si no, allá estaría. Su afán en ser el mejor pintor del siglo XX, su competitividad extrema lo llevó a no desfallecer ni dudar ni un segundo de su enorme talento. Sin duda, fue el artista más rompedor desde el Renacimiento. Por el camino dejó esfuerzo, amistades y por supuesto, mujeres. Muchas mujeres. Las que conocemos, las que no. Su rutina diaria incluía el sexo y la pintura. En Pablo, resultaba increíble su fortaleza y vigor hasta bien entrada la senectud. No sólo por su furor en enturbiar y poseer la vida de jóvenes ingenuas, sino también por su gran capacidad de trabajo. El mismo se veía como un minotauro devorando niñas en alguna de sus pinturas. La pasión creadora y la pasión del sexo nacen de la misma raíz, explican los hindús. Picasso es el claro ejemplo. Un polvo, un arlequín. O una dama de Avignon. O la infinidad casi incontable de retratos a sus amantes, mujeres e hijos. La precocidad de Picasso le llevó muy joven a la exposición internacional de Paris con la obra de carácter clásico “La Comunión”. Pasó desapercibido. Regresó a la ciudad de la luz y se estableció como pudo. Ambroise Vollard le pagaba 150 francos al mes por toda la obra que fuera capaz de producir en ese tiempo. Fue importante en su consolidación como artista, Gertrude Stain. De su primera época es conocida la gran amistad con Apollinaire y cómo su secretario robó unos bustos ibéricos del Louvre que, misteriosamente, aparecieron en su casa. También estuvo en el punto de mira cuando, por aquella época, desapareció La Gioconda. Unas máscaras africanas le inspiraron para Las señoritas de Avignon. Un cuadro mítico que, de entrada, espantó a todo el mundo. Quería ser Matisse y no había forma. La reputación y el caché de Picasso subieron por las nubes cuando su cuadro de la etapa rosa “Familia de acróbatas”, se vendió por 12.000 francos. Tenía 32 años. Por aquel entonces conoció a Olga, su primera esposa, bailarina del ballet ruso. Picasso acabó hastiado de las aspiraciones aristocráticas de la mujer: “no soy un caballero”. Se quitó la pajarita para siempre. Después de Olga, vino la adolescente Marie Thèrése a quien mantuvo en clandestinidad durante siete años, hasta que dio a luz a su hija Maya. Entretanto apareció Dora Maar: hermosa, intelectual. Fotografió los bocetos del Guernica. También se cansó de ella. Apareció la muy sofisticada Françoise Gilot, también artista. La única con valor de abandonar al muy enfurecido Pablo. Quizá la única que tuvo una vida después del genio. Ha fallecido este verano de 2023. El legado de Picasso es y será infinito.
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