En bicentésimo cuarto atrevimiento de Poesía Exterior -de los poetas asianistas, afectados y crípticos esperamos, al menos, poemas ininteligibles; pero de los poetas cobardes, aunque sean espontáneos, naturales y lacónicos no esperamos absolutamente nada- escuchamos a la maestra Rosario Díaz Yubero, Charo, para quienes aprendieron a quererla en el aula y en el patio.

¿Por qué se nos dice que somos infantiles como si la infanta fuese un defecto?, ¿hay que abandonar la infancia para convertirse en un adulto?, ¿Cómo se enseña a un ser humano, desde su mismísima infancia, a ser valiente?…

¡Feliz Júpiter!

En el bicentésimo tercer sinsentido de Poesía Exterior o la seriedad que supone comprender que todo y nada tienen el mismo sentido, escuchamos a la poeta María Elena Fernández-Miranda como quien escucha con los músculos, la esperanza o el pómulo derecho.

¿Perciben los poetas sobre sus hombros el peso de toda la humanidad?, ¿se acaloran más los poetas cuando están a punto de encontrar una idea o cuando la pierden?, ¿pierden algunos poetas, cuando escriben, la conciencia de su propio cuerpo?…

Sé feliz no fuera a hacerte falta.

En la centésimo segunda historieta de Poesía Exterior o la mentira en que vivimos sin que la verdad se sienta incómoda, escuchamos a la poeta Pilar Astray -Boadicea-; quien ambicionaba saberse siempre tan bonita que terminó lográndolo. Sus ambiciones fueron tantas sin haber nacido que, nada más hacerlo, la mismísima ambición la tomó por enemiga.

¿Te han dicho que de la poesía ‘no se come’ para que, creyéndotelo, sean otros quienes de ella se alimenten?, ¿quiénes se benefician de la precariedad de los poetas?, ¿se cobra el poeta con su propio ego?…

¡Feliz Júpiter!