¡Pero a mí, Dios me librará del poder de la muerte, y me llevará a vivir con él!

Pero yo confío en tu amor inagotable; me alegraré porque me has rescatado.

El SEÑOR es mi roca, mi fortaleza y mi salvador. Mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro.

Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: Papá, querido Papá.

Que el SEÑOR responda a tu clamor en tiempos de dificultad; que el nombre del Dios de Jacob te proteja de todo mal.

Con la autoridad del Señor digo lo siguiente: ya no vivan como los que no conocen a Dios, porque ellos están irremediablemente confundidos.

Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros.

¡Tú eres mi Dios y te alabaré! ¡Eres mi Dios y te exaltaré!