• Alfonsina Storni: la poeta que escribió con una sustancia fosforescente

  • Apr 13 2023
  • Duración: 22 m
  • Podcast

Alfonsina Storni: la poeta que escribió con una sustancia fosforescente

  • Resumen

  • Llega Poesía para la vida a BibloRed Pódcast con un primer episodio donde la poeta argentina Alfonsina Storni es la protagonista. Podrás aprender sobre algunos detalles de la vida de esta escritora y viajarás por las características literarias de su maravillosa obra llena de detalles y curiosidades.

    Juan Afanador, del equipo de programación cultural de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá - BibloRed, charla con Ana María Jaimes y Malory Camargo, dos de las editoras de Enredadera, editorial independiente que lanzó en el 2019 la antología Me queda la palabra de Alfonsina Storni, disponible en nuestro catálogo en La Red; ellas cuentan su experiencia con la obra de la poeta argentina.

    Asimismo, en este episodio podrás escuchar dos de los poemas más conocidos de Alfonsina Storni y su análisis: ‘Y la cabeza comenzó a arder’, del libro Mundo de siete pozos de 1934, y ‘Hombre pequeñito’ del título Irremediablemente de 192; ambos textos los puedes encontrar en la transcripción de esta nota.

    Recuerda que si quieres conocer más la obra de esta poeta argentina, en BibloRed puedes encontrar libros como Alfonsina Storni para chicas y chicos, Nosotras y la piel selección de ensayos de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, entre otros títulos.

    Créditos:

    Invitadas: Ana María Jaimes y Malory Camargo, editoras de la editorial independiente Enredadera.

    Investigación y locución: Juan Afanador, del equipo de programación cultural.

    Producción, edición y publicación: David Fernando Rocha, productor de audio y podcaster de BibloRed.

    Dirección: Isabel Salas, líder del equipo de comunicaciones de BibloRed, y David Fernando Rocha, productor de audio y podcaster de BibloRed.

    Poemas que se leen en este episodio:

    Y la cabeza comenzó a arder

    Sobre la pared
    negra
    se abría
    un cuadrado
    que daba
    al más allá.

    Y rodó la luna
    hasta la ventana;
    se paró
    y me dijo:
    “De aquí no me muevo;
    te miro.

    No quiero crecer
    ni adelgazarme.
    Soy la flor
    infinita
    que se abre
    en el agujero
    de tu casa.

    No quiero ya
    rodar
    detrás de
    las tierras
    que no conoces,
    mariposa
    libadora
    de sombras.

    Ni alzar fantasmas
    sobre las cúpulas
    lejanas
    que me beben.

    Me fijo.
    Te miro”.

    Y yo no contestaba.
    Una cabeza
    dormía bajo
    mis manos.

    Blanca
    como tú,
    luna.

    Los pozos de sus ojos
    fluían un agua
    parda
    estriada
    de víboras luminosas.

    Y de pronto
    la cabeza
    comenzó a arder
    como las estrellas
    en el crepúsculo.

    Y mis manos
    se tiñeron
    de una substancia
    fosforescente.

    E incendio
    con ella
    las casas
    de los hombres,
    los bosques
    de las bestias.



    Hombre pequeñito

    Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
    suelta a tu canario, que quiere volar...
    Yo soy el canario, hombre pequeñito,
    déjame saltar.

    Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
    hombre pequeñito que jaula me das.
    Digo pequeñito porque no me entiendes,
    ni me entenderás.

    Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
    ábreme la jaula que quiero escapar;
    hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala;
    No me pidas más.
    Más Menos

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