Lucía era una niña de diez años que vivía con sus padres en un viejo caserón en el campo. Un día, Lucía decidió subir al desván y encontró una caja de música. La caja de música empezó a sonar, y la bailarina empezó a girar. La melodía era dulce y triste, y Lucía se sintió transportada a otro mundo. Un mundo de fantasía y magia, donde todo era posible. Lo que Lucía no sabía, era que la caja de música era una trampa.

El inspector de policía Javier Morales, se enfrentaba al caso más difícil de su carrera. Un asesino en serie había matado a cuatro personas, dejando siempre una carta de póquer. La última víctima era un joven, hallado en su apartamento, con una herida de bala en la cabeza y una carta del rey de corazones sobre su cadáver.

Morales, examinó la escena del crimen, buscando alguna pista que le ayudara a identificar al culpable. No había signos de forcejeo ni de robo. La puerta estaba cerrada con llave por dentro. La única ventana daba a un patio interior, sin acceso desde la calle. Morales se preguntaba, ¿Cómo podía haber entrado el asesino? ¿Y más aún, cómo había salido?.

El inspector de policía, Javier Morales, investiga al famoso escritor de novelas policíacas, Javier Varad, autor de crímenes ficticios, que ahora se ha convertido en un asesino real. El inspector se preguntó qué le habría llevado a Varad a convertirse en un monstruo. Que oscuro secreto escondía su pasado, Que trauma había sufrido en su infancia, Que obsesión le dominaba. El inspector Morales no lo sabía, pero esperaba averiguarlo pronto.

En una noche oscura y tormentosa, un grupo de amigos habían decidido pasar el fin de semana en una cabaña abandonada en el bosque. Habían oído rumores que estaba embrujada pero no les importaba. Querían divertirse y vivir una aventura.

La cabaña era una construcción de madera vieja y destartalada. Todo estaba cubierto de polvo y telarañas. Entraron, y encendieron unas velas, ya que no había electricidad. Todo parecía normal, hasta que escucharon a los lobos aullar en el bosque.

A finales de los años 70 en España, el Superintendente mayor de policía, Santiago Uribe, conocido por el mote de Caraperro, y el inspector Javier Morales, conocido por el mote de, El Mujeriego, entraron en la escena del crimen, con una expresión de sorpresa y preocupación. Frente a ellos, sobre la cama, yacía el cadáver de una mujer joven, con el rostro desfigurado por el terror y el dolor. A su lado, un hombre de mediana edad, vestido con un caro y elegante traje y corbata de seda.

El hombre, la abrazaba con fuerza, como si quisiera protegerla de algún mal. Ambos asesinados con un disparo mortal en la cabeza. Estaban cubiertos de sangre, que también salpicaba las paredes y el suelo de la habitación. El caso al parecer, tenía especial relevancia. Se sospechaba, qué podían estar implicados políticos de alto nivel, fiscales e incluso policías corruptos.

Una producción de Adictivocast

En 1956, en una de las calles más céntricas de la ciudad de Zaragoza, un hombre vestido con un abrigo negro y un sombrero, asesinaba a mujeres mayores que vivían solas. Todas, habían sido apuñaladas mortalmente en el corazón en sus propios domicilios. El asesino, se creía un artista, un genio del crimen. Se burlaba de la policía y de la prensa. Se consideraba superior a ellos, un maestro. El asesino, pasaba totalmente desapercibido. nadie lo conocía. La policía, no tenía ni un solo indicio con el que poder investigar. Sólo sabían, que mataba a mujeres mayores. Era como un fantasma, una sombra, una pesadilla. Con varios asesinatos a sus espaldas, la prensa le había apodado: El Asesino Nocturno de Zaragoza.

Una producción de Adictivocast

En la Barcelona de 1934, Margarita Lahuerta era una joven y bella sirvienta que trabajaba en una de las mansiones más lujosas del Paseo de Gracia. El señor Don Carlos Miravet, era un rico comerciante de joyas, que poseía una impresionante colección de diamantes de todos los tamaños y colores. Margarita, admiraba los diamantes cada vez que los veía, y sentía una irresistible tentación de poseerlos. Así que ideó un plan para robarlos poco a poco, sin que nadie se diera cuenta.

Una producción de Adictivocast

La sirvienta se encontró con el cadáver de la señora García, que yacía en el suelo de la biblioteca, rodeada de libros y sangre. La señora García, tan pronto remendaba un pantalón, como compraba casi sin reparar en el precio, cuadros para su colección de arte expresionista. En ocasiones, las visitas de sus amigas, se quedaban boquiabiertas cuando visitaban su mansión a las afueras de la ciudad.

Lo único que no permaneció inalterable en ella, fue el férreo control con el que llevaba los negocios familiares. La señora García, mandaba mucho y daba muy poco margen de maniobra. Era una mujer de carácter y muy querida por quienes le conocían. Eso y su predilección por su único hijo varón, Ernesto, al que desde siempre quiso al frente del negocio familiar.

Nunca lo ocultó, ni se molestó en disimularlo para resentimiento de sus otras tres hijas. De profundas creencias religiosas y un marcado perfil conservador, siempre creyó que el imperio que había levantado junto a su marido, debía dirigirlo su único hijo varón. El hombre de la familia. Y así lo dispuso.

Una producción de Adictivocast