Mientras esperaba mi turno para hacer el Check in En el aeropuerto, observaba todo lo que ocurría. Veía gente de la guardia nacional que al azar se acercaba a distintas personas que  llevaban a un lugar medio apartado para revisar las maletas y hacerles preguntas.

Estaba tan preocupado de que todo saliera bien que recuerdo haberme apartado una vestimenta especial para el viaje, aquel atuendo consistía en una camisa manga larga, pantalón y zapatos de vestir, además del blazer que usaba en mi antiguo trabajo. Menos mal fue así, porque curiosamente los guardias se acercaban a las personas cuya apariencia era más fresca que la mía.

Podía observar como abrían maletas, olían la ropa interior de las mujeres, como si fueran sabuesos y aquello era una imagen muy bizarra, la verdad.

La gente no les decía nada, imagino que era precisamente para evitar que los retuvieran por andar protestando aquello y evitar perder su vuelo.

Luego de chequearme y pesar mis maletas, di una última caminata de largo a largo por la “Cromointerferencia De Color Aditivo” del autor Cruz-Diez.

Fue bastante extraño porque cuando miraba hacia abajo habían mosaicos faltantes en aquel piso colorido, pensaba que era obra del descuido del aeropuerto pero meses más tarde entendería que era la mala conducta de algunos viajeros Venezolanos que antes de partir al extranjero arrancaban una pieza de la obra cultural y se la llevaban con el absurdo impulso de mantener un recuerdo material para luego en un futuro incierto regresar y volver a colocar aquella pieza en su lugar.

Después  de la caminata entré a las filas de emigración, cuando llega mi turno un funcionario me mira de arriba abajo, me pregunta si es primera vez que viajo a Chile, asiento con una respuesta, me sella el pasaporte y con una sonrisa me dice buen viaje.

Al rato tuve que quitarme los zapatos, y colocar los objetos metálicos para que pasaran al igual que yo, por rayos x. Al entrar a los pasillos del duty free podía ver las tiendas con productos y precios exorbitantes, representaban un lujo para mi cualquiera de esos productos.

El dirigirme a los asientos de mi andén empiezo a entablar conversación con un pana que estaba ahí sentado también, tenía cara de aburrido, algo le pasaba, estaba nostálgico porque también debía irse del país.

Hablamos un rato y de pronto sacó de su billetera una tarjeta de crédito que pertenecía un programa de afiliados para algunos establecimientos comerciales, en ese pasillo había uno casualmente, así que entramos y pudimos tomar café y galletas gratis.

Ahí estaba yo sin real, hablando paja con un desconocido mientras hacía tiempo en una zona VIP esperando a que mi vuelo llegara.