Me fui de Puerto La Cruz, a Caracas con 3 días de anticipación a mi vuelo.

Me encantaba la idea de pasar unos días con mi madrina y despedirme de mi primo antes de viajar, lo mismo con mi tío materno a quien no veía hace años.

El lunes 23 de mayo de aquel 2016 llegué a Caracas nuevamente a casa de mi madrina y mi primo a quien les agradezco tan gentil recibimiento y oportunidad de quedarme con ellos los días antes de mi viaje.

Esos días coincidían también con la llegada de un amigo mío de infancia a quien le había pedido algo de ayuda porque ya no tenía dinero.

Nos encontramos en el Parque La Estancia, ubicado en La Francisco de Miranda de Chacao y tras una calurosa conversación me entregó 200 dólares a modo de regalo. Él insistía en que no tenía la obligación de devolvérselos, sin embargo quienes me conocen saben que no iba a permitir que la amistad se jodiera por plata.

Ese día nos fuimos a casa un pana y su novia, este pana luego de unos años más tarde, cumpliría su sueño de participar en el programa televisivo The Voice Portugal.

Durante la noche compartimos, nos embriagamos un poco y reflexionamos sobre temas de la vida, llegó el amanecer y tomamos desayuno, nos despedimos con un fuerte abrazo y cada quien seguiría 3 destinos distintos: uno terminaría en España, Otro en Portugal y yo en Santiago de Chile.

Al pasar la última noche en casa de mi madrina, un día antes de que partiera mi vuelo, me quedé dormido con la ventana abierta y fui carne fresca para los sancudos esa noche. Estaba tan agotado que no había sentido aquellos pinchazos en brazos y piernas. No pude hacer nada, parecía un colador.

El día de mi partida se ofrece mi tío materno  y su novia a llevarme, pero justo antes de irme mi madrina se acerca con una cámara y me toma una foto como recuerdo, sonreí y el flash me encandiló durante un minuto. Nos dimos un abrazo y nos despedimos.

La idea era llegar 3 horas antes al aeropuerto, y así fue, gracias a Dios el viaje a La Guaira fue sin problemas, sin alcabalas, súper fluido, sin tráfico y sin imprevistos. Menos mal, no podía darme el lujo de perder el vuelo.

Nos bajamos del auto, tomamos las maletas y me ubico en mi larga fila para hacer el Check In, conversamos un rato y luego se despiden.

Ahí me quedé yo, tranquilo, reflexivo y esperando mi turno mientras observaba todo lo que ocurría a mi alrededor.