Oramos, no para que nuestro reino personal se manifieste. Son tantas las oraciones nuestras que tienen que ver con nuestro reino personal; tienen que ver con nuestra familia, con nuestras finanzas, con nuestros trabajos, con nuestra profesión. Cristo dijo, ocúpate primero en orar por el reino de Dios. No por tu reino, sino por el reino de Dios; que sea consumado en la tierra.

En el discipulado cristiano aquello que es más necesario es sentarnos a los pies de Jesús a escuchar Su Palabra porque esto es lo que determinará cómo serviremos; va a determinar la actitud en que nosotros serviremos. Nunca el servicio va antes de sentarnos a escuchar su Palabra. Es lo que ocurre en la historia de estas dos hermanas del pasaje de hoy, a quienes visitó Jesús, y por lo que Jesús amonestó a Marta.

Es importante reconocer al estudiar este pasaje de Lucas 10:25-37, que uno mayor que ese samaritano de la historia, nos redimió, perdonó nuestros pecados, limpió y sanó nuestras heridas, y puso nuestra deuda por el pecado a su cuenta.

Algunas personas piensan que ese samaritano representaba a Jesús, pero se queda corto. Jesús fue aquel que fue a la cruz por nosotros, dio su vida y nos salvó, no cuando estábamos casi muertos como el hombre de la historia. En realidad estábamos muertos en nuestros delitos y pecados.

La enseñanza principal de este pasaje no es sobre las buenas obras. No podemos salvarnos por nuestras buenas obras. Pero aquellos que son salvos, producen buenas obras. Ese es un efecto.

Debemos preguntarnos ¿qué es lo que da gozo real a nuestro corazón? ¿Son logros personales, logros familiares? ¿Es llegar a una meta profesional? Jesús les dijo a los 70 que no se regocijaran en que los espíritus malignos se les sujetaran, sino que se regocijaran en que sus nombres estuvieran escritos en los cielos. Esa debe ser la fuente de gozo real del cristiano: su salvación.

Jesús usó esta técnica de enviar a estos 70 hombres dividiéndolos en pares para que fueran a los lugares que posteriormente Él iba a visitar. El pasaje de hoy nos da bastantes detalles de las instrucciones que Él les dio. Las instrucciones que Jesús les da a estos hombres aquí, no son prescriptivas para nosotros ni para los misioneros en este tiempo.

Jesucristo no solamente iba a ir a Jerusalén a morir. Él iba a ir a morir, pero iba a resucitar. No solamente iba a resucitar, sino que iba a ascender.

Y cuando él enfocaba su mirada hacia Jerusalén, estaba consciente de las cosas que iban a venir; de los retos, de las luchas, de las persecuciones, del dolor, del sufrimiento, del rechazo, de la crucifixión, de la muerte, pero también que resucitaría y ascendería al cielo.

A pesar de todo eso él se mantuvo firme, enfocado en lo que tenía que hacer. No quiso cancelar su viaje.

Los discípulos no solamente fallaron en el área de la fe. Este pasaje también nos muestra que los discípulos fallaron en el área del entendimiento; en comprender el plan de Dios. En el área de comprender el ministerio de Cristo; en comprender el ministerio mesiánico. Es interesante que el hombre de este pasaje, a pesar de lo que pasó, sí mostró alguna fe en Jesús. Debe animarnos saber que Dios hace lo que hace, salvando a la gente y edificando al pueblo, no por nosotros, sino a pesar de nosotros.