Cómo cada vez que hay una cita de fútbol, vamos a por una reflexión sobre esto.

Si, el fútbol, como todo el deporte está lleno de corrupción y desmanes, cómo todo lo que está pasando en España y en el mundo. ¿Pero, qué es el fútbol si no la vida misma?

Hoy 23 de abril celebramos San Jorge, patrón de Aragón. ¿por qué? Pues porque conmemoramos la muerte del soldado mártir Jorge, el 23 de abril de 303.

Vivimos tiempos difíciles y estamos rodeados de mediocres. En las instituciones, sociedad, economía… política. Sin embargo, hay un factor que mantiene mi esperanza: el factor humano.

¿Qué tienen en común una película de Netflix, un articulo de una publicación de negocios y un post de Instagram? Pues, esta semana a través de estos medios me he encontrado con referencias al fracaso.

Estudios están demostrando que hay toda una generación que no sabe como afrontar el fracaso. Y a la larga esto les está trayendo infelicidad, problemas de salud mental y… más fracaso.

Cuando los has perdido todo, no queda más que ganar. Cualquier cambio va a ser para mejor, porque no tienes nada que perder. Ser consciente de no tener nada que perder brinda una perspectiva muy diferente.

Cuando no tienes nada que perder nadie tiene poder sobre ti. Tú decides, tú mandas, te vuelves el auténtico responsable de tu vida. El ÚNICO responsable de tu vida. Esto también puede dar miedo, porque lo cómodo es tener a quien echarle la culpa de nuestros fallos, fracasos y errores.

Vivimos en un mundo lleno de mentiras. Y sobre todo de manipulaciones. La verdad resulta difícil de encontrar y, para algunas personas, difícil de manejar. La manipulación es la forma más sofisticada de la mentira. Y permite crear un marco mental inexistente para justificar acciones y reacciones. La vemos en todos los niveles de nuestra convivencia (a nivel familiar, social y político) y nos hace que, a día de hoy, tengamos la sensación de vivir de forma general en una matrix inventada donde nada es verdad ni es mentira, simplemente no reconocemos la verdad. Los medios de comunicación se encargan de repetir hasta el infinito, aquello que quieren instaurar como marco de percepción de la realidad (dictado por lobbies, políticos o influencers varios). La masa acepta (aceptamos) esa realidad sin cuestionarla, porque hacerlo puede suponer el rechazo de los otros, esos que se encuentran en posesión de la verdad: la que dice la tele, la prensa, las redes sociales o Wikipedia (las nuevas iglesias).

Es muy sano decir que no y, en ocasiones, es hasta liberador. Te das cuenta que la auténtica libertad de elegir está en decir no (esto te lo decían de joven, pero no lo creías o no lo sentías adecuado). Aceptar todo lo que te piden puede llegar a convertirte en alguien muy infeliz y cabreado contigo mismo. Decir que si en conciencia de hacer lo correcto está muy bien. Decir que no porque tienes que hacerlo (y tienes razones para hacerlo) está aún mejor.

omar decisiones siempre da miedo: el miedo a equivocarnos, el miedo a terminar peor que al comienzo, el miedo a perder, el miedo sin más.

El miedo es lo contrario del amor (el odio es sólo una variación negativa de amor), el miedo nos paraliza. Nos impide avanzar, nos impide buscar nuestro propósito (ikigai, objetivo, deseo, llamadlo como queráis). Es el miedo el que nos hace perder.

Curiosamente el valor se eleva si existe el miedo como parte de la ecuación. Sin el miedo el valor es solo temeridad. Como la que tienen los niños pequeños cuando comienzan a andar y pillan carrerilla y no saben parar. Es el miedo a las consecuencias y superarlo, lo que da verdadero alcance al valor. Sin miedo no hay valor y sin valor no hay miedo.