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Homilías de cuatro minutos

By: Joseph Pich
  • Summary

  • Homilías cortas del domingo
    © 2024 Homilías de cuatro minutos
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Episodes
  • 13 Domingo B Curación de la hemorroisa
    Jun 25 2024

    Curación de la hemorroisa

    Podemos imaginarnos la escena. Lo hemos visto en la televisión, en las noticias del Oriente Medio, un jefe religioso rodeado de hombres intentando tocarlo para obtener su fuerza. Los apóstoles rodeaban a Jesús, intentando defenderlo de la multitud. Dicen que cuando la gente intenta tocar a un líder, sus manos y brazos acaban marcados, especialmente con las uñas de las mujeres. No le fue fácil a esa mujer el tocar a Jesús. Estaba débil de su enfermedad, perdiendo sangre. Los Padres de la Iglesia ven en esta mujer a los gentiles, que fueron salvados por la fe. Somos esta mujer, enfermos y débiles, perdiendo la sangre a través de nuestros pecados.

    No sabemos cuánto le costó tocar a Jesús. Perseveró una y otra vez, sin desanimarse. Sabía que Jesús era su última esperanza. Había gastado todo su dinero en médicos y había emporado. Los apóstoles la apartaban cada vez que se acercaba. Nos da un buen ejemplo de tozudez. Lo intentó por diferentes lados. Ella es un buen ejemplo para nosotros, que debemos comenzar y recomenzar todos los días. Intentar tocar a Jesús a través de la Eucaristía, del sacramento de la confesión, de nuestra oración. Debemos encontrar el camino, el botón para abrir su corazón. Ahí está esperándonos, y solo nos hace falta más fe para tocarle.

    Al final consiguió tocar la orla de su manto. Fue suficiente para curarse de repente. Jesús es tan poderoso que incluso sus vestidos desprenden gracia, energía y poder. Imagínate su cuerpo cuando vamos a comulgar. Mucha gente le tocaba, pero sólo ella se curó. ¿Por qué? Porque ella le tocó con una fe real, sabiendo que era un hombre santo y que le podía curar. San Ambrosio dice que deberíamos tocar a Jesús, no con nuestros dedos, sino con nuestra fe, sabiendo que es el Hijo de Dios. Si nuestra fe es débil, no tenemos nada para poder tocarle. Debemos pedirle que aumente nuestra fe, para ser fuertes y así poder alcanzar su corazón.

    El Beato Álvaro solía traer este evangelio a su oración justo antes de la Santa Misa. Esa mujer lo tocó; nosotros lo comemos. Tocó la orla de su manto; nosotros comemos su carne. Ella perdía sangre; nosotros la bebemos. Debemos acercarnos por detrás con miedo y reverencia. Estamos tocando el poder infinito de Dios. Vete con cuidado, es peligroso, no vaya a explotar en tus manos. Es como tocar un cable eléctrico de alto voltaje, o poner la mano en la boca del león. Nuestros pecados actúan de aislantes; no nos dejan experimentar su poder.

    Jesús se paró y preguntó: ¿Quién me ha tocado? Los apóstoles le respondieron extrañados: Si todo el mundo te toca. Jesús comentó: una fuerza ha salido de mí. ¿Por qué tuvo esta reacción, si sabía lo que había pasado? Para que nosotros supiéramos del milagro. Si no hubiera preguntado nunca lo hubiéramos sabido. Muchas cosas ocurrieron que no están escritas en los evangelios. Los sucesos más importantes ocurren dentro de las almas de las personas. No salen en las noticias. Tenemos experiencia de lo que pasa en nuestras almas.

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  • 12 Domingo B La tempestad calmada
    Jun 21 2024

    La tempestad calmada

    El evangelio de hoy me encanta. Podemos vernos nosotros mismos en la barca con Jesús, rodeados de un hermoso lago. Existe todavía hoy; los elementos naturales no cambian fácilmente. Pero su belleza se puede tornar peligrosa. Es nuestra experiencia de la vida. El mar en la Biblia representa al hombre abandonado en las manos de Dios. Puede pasar cualquier cosa. Todos experimentamos buenos días y malos días. ¿Por qué la vida no puede ser bella? Porque estamos de paso. Aquí no está nuestro destino. Estamos cruzando el lago de la vida de una punta a otra, desde nuestro nacimiento hasta la eternidad. No sabemos cuanto va a durar; no podemos ver el otro lado. En cualquier momento puede aparecer una tormenta y debemos estar preparados. No podemos confiarnos y dejar que la barca siga su propio curso. El demonio está alrededor de nosotros como un león rugiente, como una tormenta dispuesta a devorarnos.

    Jesús viaja con nosotros en nuestra barca. O mejor, nosotros estamos en su barca. Aunque muchas veces parece que está dormido, sigue con nosotros a no ser que lo empujemos fuera de la barca. Es fácil verle cuando el sol está en lo alto y los pájaros cantan. Pero cuando se acerca la tormenta, y el viento sopla fuerte y las olas se levantan, podemos ignorarlo o enfadarnos con él. Pase lo que pase, tenemos que decirle que se quede.

    Esta es la única escena del evangelio en que vemos a Jesús durmiendo. Estaba tan cansado que ni la tormenta pudo despertarlo. Los apóstoles, asustados, decidieron despertarle. No le dejaron descansar. Santa Teresita del Niño Jesús habla de cómo deja descansar al buen Jesús: “Lejos de experimentar consolaciones, mi aridez es completa, casi desolación. Jesús está como siempre dormido en mi pequeño bote. Raramente las almas le dejan dormir con paz dentro de ellas. Su ansiedad y sus peticiones le cansan tanto, que él está muy contento de disfrutar con el descanso que le ofrezco. No creo que se despierte hasta mi retiro eterno, pero esto en vez de apenarme, me hace muy feliz.” Somos muy rápidos en despertar a Jesús, a protestar de las tormentas. Cada tormenta en nuestra vida tiene su sentido y nos toca a nosotros el encontrarlo. O colapsamos, o crecemos.

    Jesús se levantó y calmó la tormenta con su palabra. Se quejó de que no le habíamos dejado dormir, de nuestra falta de fe y confianza en él. Con una palabra puede calmar las tormentas de nuestra vida. Sabe lo que nos pasa, pero deja que las cosas sigan su curso. Debemos confiar en él, sabiendo que está con nosotros en nuestra pequeña barca. Había una vez un hombre cruzando las cataratas del Niagara caminando sobre un cable empujando una carretilla. Cuando llegó al otro lado la gente le aclamó con entusiasmo. Preguntó debería hacerlo otra vez. La gente le animó a que lo hiciera. Preguntó si alguien quería viajar en su carretilla. Solo se oyó el sonido del agua cayendo. Nos cuesta mucho confiar en los demás.

    El evangelio dice que los apóstoles se quedaron muy impresionados con Jesús diciendo: ¿Quién es este tipo? Incluso el viento y las olas le obedecen. Los cuatro evangelios lo cuentan. Nosotros sabemos quién es él y lo que puede hacer. El problema es que muchas veces no lo creemos.

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  • 11 Domingo B El grano de mostaza
    Jun 13 2024

    El grano de mostaza

    En el evangelio de hoy Jesús compara el reino de los cielos con una semilla. Utiliza una imagen natural del campo, de la experiencia de los agricultores. Para ellos las semillas son esenciales. No tanto para nosotros, que no estamos acostumbrados a comprar semillas y plantarlas en el suelo. Las semillas representan la futura cosecha, los dividendos del año que viene.

    Las semillas nos hablan de como las plantas crecen. Es un proceso misterioso que no podemos controlar. Demuestra el poder de la naturaleza. Se parece al poder de Dios. Él puede producir fruto cuando quiere, como quiere y donde quiere. Se aprende mucho leyendo la historia de la Iglesia, como las instituciones comienzan pequeñas, crecen despacio, algunas se desarrollan mucho y otras después desaparecen. Es fácil pensar que somos nosotros los que hacemos crecer las cosas y que somos indispensables. La soberbia hace fracasar las cosas de Dios. En realidad, somos niños pequeños que solo sabemos que estorbar.

    A veces dudamos de que Dios tiene todo controlado. No vemos la semilla que crece, los frutos, la acción del Espíritu Santo en el mundo. Al contrario, nos fijamos más en el mal y en los planes del maligno. Vemos las cosas de tejas abajo. Juan Pablo II hablaba de las semillas de una nueva evangelización, una nueva primavera en la Iglesia. Él la podía ver desde su posición elevada. Las malas noticias venden más y pensamos que las cosas van siempre mal. El buen cristiano tiene una visión distinta, más real de las cosas.

    El Papa Francisco comentando esta parábola dice que “el grano de mostaza es una semilla muy pequeña, pero que crece más que todas las otras plantas del jardín, con un asombroso crecimiento. No es fácil para nosotros el entrar en esa impredecible lógica de Dios y aceptarla en nuestras vidas. Hoy el Señor nos exhorta a tener una actitud de fe que va más allá de nuestros proyectos, de nuestros planes. Dios es siempre un Dios de sorpresas, asombroso. Es una invitación a abrirnos con más generosidad a sus planes.”

    Dios actúa normalmente como el grano de mostaza. Todo comienza pequeño, con poca gente, a veces con una persona santa, de un modo gradual, silenciosamente creciendo debajo el suelo, madurando con el tiempo. ¿Cómo comenzaron los franciscanos? A través de una voz a Francisco: reconstruye mi Iglesia. El reino de los cielos sigue creciendo, aunque no nos demos cuenta, aunque nos parezca lo contrario. Es asombroso contemplar como Dios actúa a través de la historia, como sus planes se cumplen a pesar de nosotros. Ahora no los vemos, pero se ven con la perspectiva del tiempo.

    josephpich@gmail.com

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