Episodios

  • 24 Domingo B Quien dicen los hombres que soy yo
    Sep 12 2024

    ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

    Vemos hoy a Jesús en el evangelio como siempre andando con sus discípulos. De repente se vuelve y les pregunta: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” Quería saber lo que la gente decía de él. Le contestaron que Juan el Bautista, Elías o uno de los profetas. La gente no sabía realmente quién era Jesús y pensaban que otro profeta más. Es lo que pasa hoy en día. Si preguntamos alrededor nuestro quién fue Jesús nos responderán: un líder religioso, un gurú, un rebelde, un terrorista. Sólo los cristianos contestarán que es el Hijo de Dios.

    Entonces Jesús les preguntó a ellos directamente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Era una pregunta con segundas intenciones, pues sus discípulos todavía estaban intentando descubrir quién era. Se quedaron callados, pues no querían decir lo que pensaban, mirándose unos a otros para ver quien iba a responder. Es una pregunta para todos nosotros. De vez en cuando Jesús se vuelve y nos pregunta a quemarropa: ¿Quién soy yo para ti? Es una buena pregunta para hacernos en nuestra oración personal. La gente que se ama se hace esta pregunta con frecuencia: ¿Soy la persona más importante en tu vida? ¿Quién es Jesús para mí? Es una pregunta que toda persona humana debería hacerse. La respuesta tiene importantes consecuencias.

    Es una pregunta similar a la que San Pablo hizo al caerse del caballo, en su ida a Damasco para arrestar cristianos: “¿Quién eres, Señor?” Esta vez fue Pablo quién preguntó. La respuesta vino deprisa: “Soy Jesús, al que estas persiguiendo.” De vez en cuando Jesús nos tira del caballo de nuestra soberbia, de nuestro egoísmo, pereza, vanidad y le preguntamos: ¿Por qué? ¿Quién eres? Soy yo, al que tú persigues, al que me olvidas, me traicionas, me niegas, me ignoras, me ridiculizas. Nos da su gracia para reconocerlo.

    ¿Cuál es el lugar de Jesús en mi vida? Sabemos que debería ser el centro de nuestra vida. ¿Qué dice San Pablo después de su encuentro con Jesús? “Para mi vivir es Cristo.” “Ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí.” Al final de la plegaria eucarística el sacerdote eleva la sagrada forma diciendo: Por él, con él y en él. Jesús se le apareció a Santo Tomás de Aquino y le dijo: “Tomás, has hablado bien de mí, ¿Qué quieres de mí?” Él le contestó: “Señor, solo te quiero a ti.”

    Una vez Jesús se apareció a San Catalina de Siena y le hizo dos preguntas en una: “¿Sabes quién eres tú y sabes quién soy yo?” Ambas preguntas están relacionadas. Cuanto más conocemos a Jesús, más nos conocemos a nosotros mimos. Dicen que, si vives solo en una isla desierta por mucho tiempo, pierdes el sentido de tu propia identidad. Jesús nos ayuda a ser más humanos, nos da esa seguridad anhelada y nos trae felicidad, paz y alegría.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 23 Domingo B Abrete
    Sep 5 2024

    Ábrete

    En la primera lectura de la Misa de hoy, el profeta Isaías augura que cuando llegue el Mesías, los ciegos verán, los sordos oirán, y las lenguas de los mudos se desatarán. Esto es lo que ocurre en el evangelio de hoy, donde Jesús cura a un sordomudo y puede oír y hablar. Normalmente los sordos no hablan porque no pueden oírse. El evangelio utiliza una expresión hebrea, Effetha, “Ábrete”, un mandato imperativo, que manda al cuerpo a obedecer al poder de Dios. Es una expresión fuerte que se ha dejado en el lenguaje original.

    Eso es lo que ocurre al bautizar a un niño. Se le abre el alma para la vida espiritual. El sacerdote dice la oración Effetha, tocando los labios y las orejas del bebé, diciendo: que Jesús te abra tus orejas para escuchar su palabra, y tu boca para proclamar tu fe. A veces el sacerdote no puede tocar sus labios porque tiene el chupete. Esto es lo que pedimos hoy a Jesús, que abra nuestros oídos para escuchar su voz, y que desate nuestra lengua para no tener miedo a defender nuestra fe.

    De la misma manera que nuestros sentidos corporales nos ayudan a conectar con el mundo exterior, nuestros sentidos espirituales conectan con la eternidad. Se dice que en el cielo vamos a tener infinitos sentidos para poder amar a Dios. San Pablo habla del buen aroma de Cristo que nos atrae. El Salmo 23 nos recuerda: “prueba y descubre la bondad del Señor.” El apóstol Tomás tocó las llagas de Cristo y creyó; cinco llagas, cinco sentidos. Jesús metió sus dedos en las orejas del sordomudo y le tocó con su saliva la lengua. Somos cuerpo y alma. Necesitamos sentir los efectos de las cosas espirituales. Por esos los sacramentos son materia y forma.

    La vista y el oído son nuestros sentidos más importantes. Aunque dependemos mucho de nuestros ojos, desde el punto de vista de la fe, los oídos son cruciales. Utilizamos una expresión latina: Fides ex audito, la fe entra por el oído. Aunque una foto vale más que mil palabras, a través del oído la fe puede llegar más hondo. Cuando San Pablo volvió de su visión del cielo dijo: Audivi arcana verba, oí palabras inefables que al hombre no es lícito pronunciar. Dios habla directamente a nuestro corazón. Esas palabras se graban en nuestro ser. Deberíamos adaptar nuestro oído para oír la voz de Dios. Algunos animales pueden oír sonidos imperceptibles para nosotros. Los cristianos por el bautismo tenemos una capacidad especial para escuchar la palabra de Dios. Como Samuel deberíamos exclamar: habla Señor que tu siervo escucha.

    Ábrete. Nos abrimos a Dios y nos abrimos a los demás. Cuanto más abiertos estamos a Dios, más nos damos cuenta de las necesidades del prójimo. Jesús toca nuestro corazón, lo abre y lo desata. Lo deja libre para que pueda seguir los impulsos de la caridad. Si tienes tu corazón acerrojado, deja que Jesús te libere de esas adicciones que encadenan tu vida. Con una palabra sola te puede abrir el candado.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 22 Domingo B La verdadera pureza
    Aug 29 2024

    La verdadera pureza

    En el evangelio de hoy Jesús nos habla de la importancia de tener un corazón limpio. Es la condición para acercarnos a Dios y ser felices en esta vida. También nos ayuda a tener buenas relaciones con los demás. Nuestro corazón es el centro de nuestras acciones, sueños y deseos. Se puede medir la valía de una persona por su corazón. De un corazón puro pueden venir muchas cosas buenas. De lo contrario, de un corazón centrado en sí mismo, pueden venir muchos males.

    “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.” Hoy le pedimos a Dios que purifique nuestro corazón para que podamos verle mejor, para poder contemplar las cosas a través de sus ojos. Deberíamos intentar ver las cosas desde la perspectiva de Dios. Un corazón de niño, simple y transparente, nos ayuda a hacerlo. Por eso nos cautivan los niños. Jesús dice que sus ángeles están constantemente viendo la faz de Dios.

    Un corazón limpio nos ayuda a amarnos a nosotros mismos y a los demás con un amor verdadero. La gente que se enfada con frecuencia, que no están felices con ellos mismos, tienen un corazón hecho de piedra, pegándose contra un muro de roca. Un corazón puro es suave, peludo, como Platero, y es capaz de ser feliz con un amor limpio. Todo el mundo quiere ser amado con ese corazón, con un amor generoso. El amor a Dios nos ayuda a amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Nuestra sociedad no entiende que cuando quitamos a Dios de en medio, nos volvemos animales, salvajes, o como dice Hobbes, un lobo contra otro lobo.

    ¿Cómo conservamos nuestro corazón limpio? Mirando a lo que entra y lo que sale. Es más fácil controlar lo que entra, porque el corazón muchas veces está descontrolado y no podemos predecir lo que va a salir. Pero si conseguimos vigilar lo que entra, podremos mantener limpio el corazón. No es fácil conservarlo en nuestra sociedad hipersexualizada, porque estamos constantemente siendo bombardeados con basura a través de las imágenes, sonidos y mensajes. Pero sabemos que cuantos más obstáculos encontremos, Dios nos dará más gracias.

    Dos cosas más. Primero buscar el silencio. No es fácil encontrarlo. Pascal decía que todos los problemas del mundo se solucionarían si consiguiésemos estar sentados por una hora guardando silencio. Un famoso Blogger ateo descubrió a Dios cuando estuvo un mes sin internet. Debemos encontrar espacios de soledad y aislamiento, maneras prácticas de controlar las pantallas, como no teniendo una en nuestra habitación, o dejar las tabletas en la sala de estar por la noche. Otro consejo es limpiar nuestro corazón con regularidad, examinando nuestra conciencia, no excusando nuestras limitaciones, haciendo actos de contrición y confesándonos con frecuencia. Cuando nuestro corazón está sucio nos cuesta ver el camino hacia adelante y nos sentamos en el suelo sintiéndonos apenados por nosotros mismos. Cuando conseguimos acusarnos de nuestras faltas ante un sacerdote, Dios nos da su gracia para luchar contra nuestras adicciones.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 21 Domingo B Es dura esta enseñanza
    Aug 21 2024

    Es dura esta enseñanza

    Hoy acabamos el Capítulo sexto de San Juan con un mal final. Prefiero las películas que acaban bien. La vida es dura y los sacerdotes estamos constantemente tocando la miseria humana. La gente nos trae un montón de basura y la deja con nosotros. Intentamos llevar el estiércol a los pies de Jesús para que se convierta en gracia. Las películas nos ayudan a escapar, a soñar con otro mundo, a esperar en la eternidad. En el cielo siempre acaban bien, donde el protagonista después de acabar a los malos, camina hacia la puesta de sol de la mano de la chica bonita.

    Jesús sabía que la Eucaristía iba a ser un hueso duro de roer. Produjo debate, argumentos, escándalo y al final la gente lo abandonó. Como consecuencia el Evangelio dice que “desde ese momento muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él.” Si no creemos en presencia real de Cristo en la Eucaristía, nos echamos para atrás y volvemos a nuestra antigua vida impenitente. No podemos permanecer indiferentes ante esa realidad asombrosa: o ya no le seguimos, o nos acercamos más a él. La gente pregunta si se pude dar la comunión a políticos que van contra la fe. Jesús ha venido a confortar al afligido, y también a afligir al confortado.

    Jesús miró a la muchedumbre que se iba hasta que sólo quedaron los doce. Se dio la vuelta y les preguntó con pena: “¿También vosotros queréis marcharos?” Vemos sus caras defraudadas, mirando a la muchedumbre que desparece en la lejanía, evaporándose su esperanza de gloria humana. Pensaban qué porque había sido tan duro, que podía haber sido un poco más suave en su explicación. Es la actitud del mundo de hoy, de muchos en la Iglesia. Jesús nos repite la pregunta: ¿A dónde vais? ¿También vosotros me vais a dejar solo?

    Simón Pedro responde por nosotros: “Señor, ¿a quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” Pone en palabras lo que pensamos todos. No hay nadie más como él. Jesús es único. Pero nos hace falta más fe para creer que él está con nosotros en el sagrario. Cada vez que estamos en frente de él, le respondemos: ¿A quién vamos a ir?

    Un famoso defensor de la fe cuenta cómo comenzó a defenderla. No estaba feliz con su vida, no le gustaba su trabajo de vendedor, su matrimonio estaba en crisis, y no sabía qué hacer. Decidió pasarse una hora cada día delante del sagrario durante su turno de comida por todo un mes. Cambió su vida. Dejó su trabajo y se dedicó a defender la fe. ¿Qué hacemos cuando estamos en crisis, cuando hemos perdido la felicidad, la esperanza del futuro? Deberíamos volver a Jesús cerca del sagrario. Es ahí donde encontramos el sentido de la vida, recuperamos nuestra paz y descubrimos nuestra verdadera alegría.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • La Asunción de la Virgen
    Aug 14 2024

    La Asunción de la Virgen

    Hoy celebramos la fiesta de la Asunción de la Virgen María al cielo. ¿Qué podemos decir que pasó en ese día? No tenemos mucha información. San Juan fue testigo ocular y no nos dijo nada. Él nos narró muchas cosas de la vida de Jesús, con toda clase de detalles, pero no quiso decirnos mucho de la vida de María en la tierra. Ella es también nuestra Madre y nos hubiera gustado conocer más de ella. Sin embargo, San Juan prefirió el silencio. Nos era necesario conocer cómo Jesús dio su vida por nosotros, pero no necesitábamos saber cómo nuestra Señora subió al cielo. Es mejor para nuestra imaginación. La podemos dejar más libre. Le costó mucho tiempo a la Iglesia declarar el dogma, en 1950. Ahora podemos dejar que nuestra imaginación vuele con la Virgen al cielo.

    Los Evangelios Apócrifos, esos libros escritos por los primeros cristianos para intentar llenar las lagunas dejadas por los Evangelios originales, dicen que los apóstoles volvieron a decir adiós a nuestra Madre. Dicen que cada uno volvió en una nube, primero San Pedro y luego San Pablo. Quizá San Juan no nos lo dijo porque no le hubiéramos creído. Santiago ya estaba muerto y Santo Tomás, como siempre llegó tarde, porque volvió desde la India. Entendemos que quisieran volver a despedirse. Hoy es un buen día para hacerlo.

    Hay un debate entre los teólogos acerca si la Virgen antes de irse al cielo, murió o se quedó dormida. A ella le hubiera gustado seguir a su Hijo, y morir en la cruz con él. Pero Jesús, como buen hijo, no quiso dejarla que sufriera una muerte tan cruenta. No hay hijo que quiera que su madre sufra. No creo que Jesús quiso que su madre muriera. Dios la quería cuerpo y alma en el cielo, sin que su cuerpo tan hermoso sufriera corrupción. Por eso se durmió dulcemente. Así es como los santos se mueren, durmiéndose poco a poco, de una manera simple y bella. Mueres como vives. Hay una fiesta muy antigua en la iglesia ortodoxa que se llama la Dormición de la Virgen, que data del siglo sexto. La tradición dice que cuando se durmió la pusieron en una tumba, pero cuando llegó Santo Tomás y la quiso ver, la encontraron vacía. No tenemos reliquias del cuerpo de la Virgen.

    ¿Cómo voló al cielo? Dios tiene sus medios. Dicen que fue un transporte de amor. Cuando el amor es muy intenso, puede hacer cosas que la razón no acaba de entender. El amor es loco, soporta todo, alcanza todas las cosas. El amor puede viajar a través del tiempo y del espacio. Podemos viajar con nuestra mente a través de la gente que queremos. El amor encendió los motores de su alma y la subió hasta el cielo.

    La tradición dice que cuando la Virgen subió a los cielos, el velo que cubría su belleza para que no cegara a los humanos, comenzó a levantarse, y dejó deslumbrados a los santos y a los ángeles. Nunca habían visto alguien como ella, ni siquiera en el paraíso. El libro del Apocalipsis intenta describirla, precisamente con palabras de San Juan: “Una señal apareció en el cielo, una mujer vestida de sol, la luna debajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza.” No creo que sea posible describir mejor la belleza de nuestra Madre. Al final San Juan abrió un poco su alma para decirnos algo de ella.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 19 Domingo B El pan de vida
    Aug 8 2024

    El pan de vida

    Seguimos hoy con el capítulo sexto del evangelio de San Juan. Es el tercer domingo que lo leemos y todavía nos quedan dos domingos más. Jesús va poco a poco profundizando en el misterio de la Eucaristía. Podemos mirar a esta verdad de nuestra fe desde los tres lados de un mismo triangulo: como la Misa, el sacrificio redentor, como comunión, el alimento del alma, y como presencia real en el sagrario. Hoy me gustaría centrarme en la Misa. Tiene dos mil años de historia y se remonta a la primera Misa en el Calvario. Eso es lo que es: la renovación del sacrifico de la Cruz.

    No amamos lo que no conocemos. ¿Por qué hay tantos católicos que no van a Misa? Porque no saben lo que es, nadie se lo ha explicado bien. Hay muy buenos libros acerca de la Santa Misa. ¿Cuándo fue la última vez que leímos uno de esos? Hoy me voy a centrar en una frase concreta, para desentrañar su significado. En latín Dominus vobiscum. El Señor esté con vosotros. Lo hemos escuchado muchas veces y respondemos automáticamente: Y con tu espíritu.

    Si te pregunto cuántas veces lo dice el sacerdote, no creo que puedas decírmelo. Aparece cuatro veces, y cada vez el sacerdote recuerda una realidad distinta. La traducción del latín no es fácil, pues no utiliza el verbo. Con lo que puede decir que el Señor está aquí, una constatación de su presencia, o que el Señor esté aquí, un deseo de que esté con nosotros. Dos realidades distintas en una misma expresión.

    La primera vez aparece al principio de la Misa, como una forma de saludo. El sacerdote no solo saluda a la congregación, sino que saluda a toda la Iglesia. Todos estamos allí presentes, aunque no hubiera nadie asistiendo a esa Misa. Nos afecta a cada uno de nosotros, a toda la creación, el universo entero. El sacerdote nos recuerda a Cristo presente: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Jesús está realmente presente, no es solo un deseo. Nuestra respuesta expresa nuestro deseo de estar con él: Y con tu espíritu. La segunda vez que el sacerdote emplea esa expresión es antes de leer el evangelio, anunciando que está aquí en la palabra, el Logos. Jesús nos va a hablar a través de las escrituras. Por eso en las Misas solemnes traemos el libro del evangelio en procesión. Después de leer el evangelio, el sacerdote besa el libro diciendo: Las palabras del evangelio borren nuestros pecados.

    La tercera vez es al principio del Prefacio. Es un recuerdo de que vamos a comenzar la Plegaria Eucarística, el momento en el cual Jesús viene al altar. Levantad el corazón, que el Señor viene. En este momento el sacerdote desaparece, y es Jesús el que pronuncia las palabras de la consagración: este es mi cuerpo. Dios nos dice que nos descalcemos los pies, estamos entrando tierra sagrada, como Moisés en frente de la zarza que ardía sin consumirse. La última vez es en la bendición final. Después de comulgar tenemos a Jesús dentro nosotros. Si al principio de la Misa nos reunimos juntos para reconocer la presencia de Jesús entre nosotros, ahora somos enviados a traer a Cristo a los demás.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 18 Domingo B Danos de este pan
    Aug 2 2024

    Danos de este pan

    Los Evangelios de estos domingos están relacionados, siguiendo uno al otro. La semana pasada asistimos al milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Ahora estamos en el capítulo seis de San Juan donde Jesús va a tocar el tema más difícil de su predicación: la Eucaristía. Es complicado, no solo por el tema mismo, sino también porque los judíos no comían ciertos tipos de animales, y tenían que extraer su sangre antes de comerlos. Jesús aprovecha el milagro para explicar la Eucaristía, con esperanza de que, al haber visto su poder, le escucharán. Fue un milagro dirigido a esta, relacionado con el pan y la alimentación.

    Hemos leído en la primera lectura del libro del Éxodo, cómo Dios hizo llover pan del cielo, durante la migración de los Israelitas por el desierto. Murmuraron contra Dios, protestando a Moisés que en Egipto tenían todo el pan que querían, y ahora iban a morir de hambre. Cuando se levantaron por la mañana, se encontraron que el suelo estaba cubierto de algo como el rocío, y preguntaron: ¿Qué es esto?, que en hebreo se pronuncia ‘Maná’. Nosotros también deberíamos hacer la misma pregunta cuando vamos a Misa y el sacerdote nos enseña la Eucaristía ¿Quién es este? ¿Qué poder tiene este pan?

    El Evangelio comienza con una multitud de gente buscando a Jesús. Después del milagro, Jesús se fue al otro lado del lago, a Cafarnaúm, porque querían hacerlo rey. Jesús se mueve por diferentes partes del lago, para evitar a la gente. También nosotros buscamos a Jesús y él se sigue escapando de nosotros. La verdad es siempre elusiva y difícil de conservarla. Cuando la muchedumbre logra encontrarlo, les dice que le buscan, no por si mismo, sino por la comida maravillosa del día anterior. Nos pasa a nosotros también; muchas veces lo buscamos no por él, sino por lo que puede hacer por nosotros, por lo que pensamos nos hará felices. Nos olvidamos de que sólo Jesús puede satisfacer todas nuestras necesidades.

    Los judíos le pidieron a Jesús un signo, el mismo que Moisés dio a sus antepasados, el pan del cielo. Jesús les dijo que fue su padre el que les envió el maná. Así le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Es una buena petición. También nosotros se lo pedimos: danos de este pan. Pero no como los judíos, que pedían un pan terrenal, sino un pan que dura para siempre, que nos sacia, cura y glorifica.

    Entonces Jesús les dice: “Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed.” Ya no nos hace falta más el pan de trigo. Es un pan que no nos llena; estamos siempre hambrientos, buscando comida, sedientos y bebiendo en charcos. Jesús es el pan que necesitamos, el pan de verdad, el pan de vida, el agua viva que nos introduce en la vida eterna. Hoy hacemos la misma petición de los judíos: Señor, danos siempre de este pan. Ayúdanos a venir más a menudo a tu mesa, a la Misa, a darnos cuenta de que te necesitamos. No nos damos cuenta de que estamos hambrientos y no lo recibimos frecuentemente.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 17 Domingo B Un chico con comida
    Jul 26 2024

    Un chico con comida

    La semana pasada vimos a Jesús viajando a un lugar apartado para estar con sus apóstoles y al llegar se encontraron con una gran muchedumbre de gente. Tuvo compasión de ellos y comenzó a enseñarles muchas cosas. Cuando acabó de hablarles, los apóstoles esperaban que los iba a enviarlos a casa. Sin embargo, Jesús les dijo que primero tenían que darles de comer. No quiso enviarlos con los estómagos vacíos. Después de ocuparse de sus almas, ahora se preocupa de sus cuerpos. Jesús nos da una buena lección. Nuestras almas son más importantes que nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos se reciclan, pero nuestras almas son eternas. Nos preocupamos demasiado de nuestra imagen. Pensamos que el cuerpo contiene al alma, pero es al revés: el alma contiene al cuerpo.

    Los apóstoles se encontraron con un gran problema: tenían que dar de comer a una gran multitud sin medios para alimentarlos. Felipe dijo que tenían 200 denarios en la caja, dinero insuficiente para dar de comer un bocado a cada uno. Andrés encontró un muchacho con cinco panes y dos peces. Nosotros también nos encontramos con problemas todos los días, algunos de ellos complicados. Utilizamos nuestros talentos para resolverlos. Podemos pedir a Dios que nos ayude, pero no podemos esperar que los solucione todos. Había una vez un hombre que le pedía a Dios que le tocara la lotería; un ángel se le apareció y le dijo que por lo menos comprara un boleto.

    Había otra gente entre la multitud con comida, pero sólo un chico se lo ofreció a los apóstoles. Pensaron que, si se guardaban su comida, por lo menos ellos tendrían algo para comer. Era inútil ofrecer lo poco que tenían para tantas personas. No conocemos el nombre de este chico. Solo sabemos que dio su comida a Jesús. Él sabía que no era mucho, pero se lo dio todo a Jesús. Sin ello quizás Jesús no hubiera hecho el milagro.

    ¿Por qué Jesús pidió un poco de comida si podía haber hecho el milagro sin nada? Porque quiere que cooperemos con él. Jesús quiere utilizar nuestra pequeña humanidad para sus milagros. Aunque no es nada comparado con Dios, y ni tan siquiera nos necesita, quiere que nos sintamos útiles. Es como un padre que pide a su hijo pequeño que le eche una mano, aunque sabe que le va a estorbar.

    Este es el único milagro contado por los cuatro evangelistas. Se quedaron tan impresionados que lo quisieron contar a todo el mundo. La comida era algo importante en tiempos antiguos, por su dificultad de obtenerla. Podemos imaginarnos al chico mirando con curiosidad para ver que iba a hacer Jesús con sus cinco bocatas de pan con pescado. Los puso en un cesto, los bendijo, y comenzó a dárselos a la gente. Podemos ver los ojos del chico, abiertos sin pestañear, contando bocatas. Se volvieron grandes como platos cuando contó más de cinco. ¡Salieron millares de ellos! Se fue corriendo a su casa gritando para decírselo a su madre: “¡Mis panes! ¡Mis peces!” Se llevó unos trozos para mostrárselos, el pan caliente y el pescado fresco, todavía moviéndose.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m